¿Qué lleva a impulsarme?
La respuesta no es fácil, supongo varias cosas son las que me llevan a elegir dónde movilizarme, qué hacer, cómo sentir. Alguna vez quise comenzar a escribir y así hoy lo hago. Aprendo que si me faltara el mundo sensible de las cosas, mis impulsos serían falsos.
Un poco de mí: nací el catorce de julio de 1977, en invierno. De niña fui bastante tímida. Me gustaba jugar a la escondida, correr mariposas y bichitos de luz. Hacer castillos de arena en verano, jugar a la mamá, andar en bicicleta. De adolescente empecé a escribir cuentos y poesías, fanática de los análisis literarios, de leer en clase en voz alta, de participar en el diario del colegio. Cuando terminé la escuela secundaria, con título de Perito Mercantil, empecé la facultad. Estudié Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires cuando la carrera no estaba tan de moda. Para mí era un nuevo camino. Una mirada más allá de mi vida algo estructurada. Apenas tenía una simple noción de la carrera pero fui aprendiendo, disfrutando e interesándome en el diseño como punto de comunicación. Me recibí en el 2003, soy Diseñadora Gráfica, ‘‘Comunicadora Visual’’ como me gusta decir.
Mi vida hoy se dedica a trabajar en una empresa como profesional del diseño en un ámbito comercial y corporativo. Me gusta. Hace nueve años que trabajo (cuando estaba estudiando en la facultad ya estaba trabajando allí) y cada día encuentro algo diferente para hacer. Pero para poder hacerlo necesito y necesité de otros espacios, rutinas y motivaciones. Hice danzas y canto ucranio, talleres literarios, siendo la natación una constante en todos esos espacios. Este año me anoté en un taller de ilustración de cuentos infantiles (es hermoso pensar como niño). Creo que al tiempo y luego de recibirme, todas estas actividades fueron y son los escalones que me conducen a la búsqueda de algo ¿De qué? No lo sé. Mi corazón está desnudo como una barriga que crece con sudestadas tropicales.
Nadar. Una de mis pasiones. La primera vez que nadé en el río tuve miedo e intriga. Desconocía el agua turbia y el barro en los pies. Fue una maratón acuática en San Nicolás (dos mil metros en el río Yaguaròn). Yo tenía veintipico de años. Recuerdo que al momento de zambullirme sentí el estremecer del cuerpo con el agua, las brazadas a ritmo, el aire a respirar, los otros nadadores. No era la velocidad. En ese momento lo importante era continuar. La emoción de llegar a la meta es inexplicable, esa fue mi mejor carrera. Un miedo vencido, una emoción al enterarme de la primer medalla. ‘’El nado de aguas abiertas presupone un naufragio real o simbólico’’ dice María Inés Mato (nadadora de aguas abiertas). Y eso para mí, tiene que ver con la poesía.
¿Y cuál es el mundo sensible? Me refiero a las pasiones y emociones habidas y por haber. Observar el reflejo de la luna, tomar un helado, hacer el amor.
No tengo esa palabra que defina la búsqueda. En todos estos años descubrí que los sentimientos son como estados del agua. En los momentos previos a sumergirme, en el tiempo no exacto de las partidas, en las aguas abiertas, en las llegadas. Creo en la poesía asociada a esos estados.
Al nadar el cuerpo se expande en conexión con el líquido, y con la poesía se abre el corazón. Ese sería el impulso que me lleva
ondular.
Alina