5.5.07

Perú

Perú tenía el encanto de la estatua en el medio de la avenida. Se erguía con vos en diagonal Sur. El domingo nos proponía ser turistas, ir al kiosco, comprar una latita, mirar las artesanías colgadas en un toldo. Un corazón rojo con un cordón negro nos llamó la atención, algunas gotas nos tocaron los ojos. Una garúa cálida de diciembre. Nos apropiamos de un silencio casi íntimo para tomarnos de la mano, tener un talismán y proponernos otro viaje. Caminar a la plaza y sumergirnos a las nubes grises, al día lleno de burbujas, al pequeño rayito que se asomaba en tu pelo con los primeros paraguas o los cafés húmedos de las confiterías. En la plaza el panorama era distinto sin las marchas y oficinistas. Los bancos estaban vacíos con nosotros, cerca, casi palpándonos. Inclinamos el cuello y los labios haciendo de la calle nuestro albergue transitorio donde volver.

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