Dejamos el auto estacionado en la esquina para caminar por Puerto Madero, junto al río. Mi cartera cruzaba el cuerpo, tus dedos flacos se balanceaban en mi mano. Una señora nos ofreció flores pero le dijimos que no. Nos sentamos en un banco de madera en una fragata enorme. Inmersa. El estómago me hacía ruido. Me contaste de tu vida. Tenías una casa grande y afuera estaba la ciudad. Un poco lejos, pero para vos estaba bien. Yo pensaba lo lindo que era verte al momento de sonreír, relatando aquello que hacía que el reloj no corra o el celular ya no suene. También estábamos nerviosos. Encendiste un cigarrillo. No me importó. El humo hacía figuras y traté de adivinarlas. Me reí mucho. Ese ratito tenía que ver con vos. Como cuando me invitaste. Te acercaste a mi nariz, me abriste la boca. Parecía una postal. Mordías la luna. Yo imaginé que los barcos podían despegar y nos subimos a uno. Nos comenzamos a aflojar. Pensé en el porvenir de las cosas. Y dejé que la camisa se desabrochara despacio.
4 comentarios:
Puso!!!!!!
(entendido en sus tantos significados... agua por favor!)
Intensidad inmensa!
que decir cuando uno es parte...
esta lindo
beso
Me gustó mucho este relato, realmente
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